2017 Ha empezado bien en este sentido:
Eduardo
Sacheri: La noche de la usina.
Me
la recomendó mi amigo Alfonso, capaz de recomendarme desde lo mejor a lo
regular. En este caso, de lo mejor, sin duda. Y dentro de lo mejor, el prólogo.
Creo que nunca leí uno que me gustara más.
Es
una novela que, comenzando desde un ángulo casi social, va derivando hacia una
trama emocionante muy cinematográfica. El final llega a enganchar mucho pero
desde el primer momento uno se encariña con los personajes. Éstos van ganando
en profundidad conforme avanza la trama y no dejan de hacerlo en ningún
momento. Sin darte cuenta, en paralelo con la historia principal, cada
personaje se va significando de modo que el libro no sólo remata muy bien la
trama sino también las diferentes semblanzas. Entremedias se plantean preguntas
interesantes como ¿los malos saben que son tan malos o se ven de otra manera?
Cuestión que resulta verdaderamente fundamental cuando los que se creen buenos
traman el desquite.
He de aclarar dos cosas: una evidente desde el principio y es que se trata de una novela argentina escrita en argentino. Eso puede resultar algo molesto al principio, cuando uno ignora parte del vocabulario y se encuentra extraño tomando los turrones a la sombra por el intenso calor. Es curioso porque, en cambio, al leer La tregua, de Benedetti, no encontré apenas dificultades con el uruguayo.
La
otra aclaración, complementaria con la anterior, es que uno cree estar
escuchando a Ricardo Darín al leer los diálogos porque el escritor, además de
argentino, es también el autor del libro que sirvió de base para la película El secreto de sus ojos. Yo no lo supe
hasta después de acabar el libro pero no me sorprendió demasiado; ya dije que
la novela era muy cinematográfica. Y también en la película tuve dificultades
para entender algunos diálogos rápidos.He de aclarar dos cosas: una evidente desde el principio y es que se trata de una novela argentina escrita en argentino. Eso puede resultar algo molesto al principio, cuando uno ignora parte del vocabulario y se encuentra extraño tomando los turrones a la sombra por el intenso calor. Es curioso porque, en cambio, al leer La tregua, de Benedetti, no encontré apenas dificultades con el uruguayo.
Considero El secreto de sus ojos una gran película. Desconozco el libro porque evito mezclar ambas disciplinas: tiendo a pensar que si conocí la película y no el libro, posiblemente sea porque merezca más la pena la primera y lectura pudiera decepcionarme. De la misma manera, cuando La noche de la usina llegue a exhibirse en las salas, yo probablemente me ahorraré la entrada para evitar descubrir que el amigo Perlassi no es como yo lo imaginé. Aunque creo que no son muy comparables, La noche de la usina tiene algunos de los ingredientes de El secreto de sus ojos: buena trama y buenos personajes aunque tengo que reconocer que me enamoré de los ojos como de nadie en la usina.
Una última cosa más que indagué antes de empezar la lectura: una usina es, por lo visto, una gran nave industrial.
David Bodanis: E=mc2
Lo busqué intrigado por un comentario de un amigo acerca de que cada capítulo estaba dedicado a uno de los términos de la famosa ecuación (incluso el de “igual a”). Interesado sobre qué podría decirse de ese símbolo, gracias al libro descubrí que en realidad… muy poco, tal como cabía esperar. También pensaba que sería un libro menos divulgativo, la verdad. Es posible que hayan sido mis falsas expectativas las que me hayan defraudado pero lo cierto es que el libro no me gustó.
No esperaba leer breves apuntes sobre la vida de diversos científicos ni la carrera por fabricar la bomba nuclear sino explicaciones de las teorías de Einstein que pudiera entender. Y salvo la relativa a por qué la velocidad de la luz es insuperable, el resto me ha interesado poco.
Félix
García Hernán: El límite oscuro
En
este caso se trata de un inesperado regalo de Reyes. Por lo visto el autor, que
me ha dedicado el libro, proviene de otros mundos profesionales y se ha
dedicado a escribir muy recientemente. De hecho éste es, creo, su tercer libro
y, tal como me deseaba, he disfrutado mucho con él. Por cierto, que aunque tengo una edición blanda, se agradece su calidad y la del papel.
El límite
oscuro
explora esos bordes en unos cuántos personajes, unos mejores que otros, a lo
largo de una trama policiaca relativamente sencilla pero muy interesante.
Comienza con la consabida coletilla de que cualquier parecido con la realidad
es mera coincidencia a modo de advertencia de que lo que cuenta es
probablemente más que real aunque se mezclen situaciones para disimularlo. El
lector, atrapado desde la primera página en la trama, duda de hasta qué punto
podría verse tentado a involucrarse en algo parecido atisbando así dónde podría
encontrarse su propio límite.
Más allá de esas disquisiciones, la historia está perfectamente construida, cuidadosamente escrita y ciertamente da gusto leerla. Además, mantiene en todo momento un innegable interés por ver cómo va evolucionando. En este sentido tiene una de las que yo considero virtudes ocultas de todo arte: permitir el equilibrio perfecto entre lo que el espectador puede anticipar y lo que le va a sorprender. Y digo en todo arte porque esto sucede no sólo en la literatura o el teatro, también disfrutamos más de la música cuando vemos venir las repeticiones… o cuando previamente al concierto nos empapamos bien de los discos correspondientes. Al leer El límite oscuro uno mejora su autoestima al comprobar que alguno de sus temores estaba más que fundado pero se sorprende en otras muchas ocasiones con los giros que, como en espiral, cada vez se suceden más vertiginosamente. El autor es además honesto con el lector, cosa que no siempre sucede en el género policiaco; sólo hay un momento en el que me sentí algo engañado, el satén es muy traicionero, y aún tengo mis dudas de si más que engaño era duda.
Toda
la trama descansa en unos personajes necesarios sin los que no habría novela:
sin la ambición, la inmoralidad, la conciencia, el amor… de cada uno de los
personajes no podría darse una historia semejante. Al acabarla, encantado,
comencé a pensar sobre ella y de momento pensé que quizá le faltara algo más de
profundidad a esos personajes. Acostumbrado a los relatos de Almudena Grandes,
tan introspectivos en sus protagonistas, me pareció que aquí se me quedaban
algo cortas sus personalidades. Luego acepté que para ello quizá hubieran hecho
falta trescientas páginas más (la novela tiene algo más de cuatrocientas) y que
realmente no es imprescindible: los personajes están suficientemente retratados
en general y perfectamente en lo necesario para contar porqué actúan como lo
hacen. Que a mí me guste extenderme más no tiene por qué ser muy
representativo. De hecho, una amiga tildó de culebrón una de mis novelas
favoritas posiblemente porque no le interesaban tantos pormenores. Más allá de esas disquisiciones, la historia está perfectamente construida, cuidadosamente escrita y ciertamente da gusto leerla. Además, mantiene en todo momento un innegable interés por ver cómo va evolucionando. En este sentido tiene una de las que yo considero virtudes ocultas de todo arte: permitir el equilibrio perfecto entre lo que el espectador puede anticipar y lo que le va a sorprender. Y digo en todo arte porque esto sucede no sólo en la literatura o el teatro, también disfrutamos más de la música cuando vemos venir las repeticiones… o cuando previamente al concierto nos empapamos bien de los discos correspondientes. Al leer El límite oscuro uno mejora su autoestima al comprobar que alguno de sus temores estaba más que fundado pero se sorprende en otras muchas ocasiones con los giros que, como en espiral, cada vez se suceden más vertiginosamente. El autor es además honesto con el lector, cosa que no siempre sucede en el género policiaco; sólo hay un momento en el que me sentí algo engañado, el satén es muy traicionero, y aún tengo mis dudas de si más que engaño era duda.
En resumen, una novela estupenda, sin mayores pretensiones y que precisamente por eso me sorprendió: rebasa con mucho esas pretensiones.
Jesús
Carrasco y Javier Rey: La intemperie
Me
animé con algunos tebeos para empezar el año. Me gusta compaginar varias
lecturas de diversa índole simultáneamente y los tebeos no pueden ser más
oxigenantes. Me lo recomendó el librero, Circus, pero porque le había gustado
el libro en el que se basaba el tebeo.El tebeo es precioso, la encuadernación magnífica, naranja para más gusto mío. Los dibujos, en la misma línea. Pero la historia… es muy escasa, casi inexistente. Creo que podría contarse en media docena de líneas sin que fuera un resumen. Es posible que para quien haya leído el libro los dibujos le resulten evocadores de las descripciones que sin duda tendrá. Pero yo, que necesito una historia como soporte de lo que esté bien escrito, que no frecuento la poesía precisamente por eso… me quedé con hambre. Y lo que es peor, la exigua historia del tebeo no me anima a leerme el libro porque tampoco me gusta gran cosa. A veces me siento un poco “materialista”.
Fernando
Aramburu: Patria
¿Novela?
Me atrevería a llamarla historia novelada porque aparenta un verismo
impactante. Ésa es su mayor virtud: refleja una situación con gran detalle,
desde varios puntos de vista, con un desapasionamiento difícil de conseguir y a
la vez profundamente real en todos sus extremos. Si es o no del todo real, no
puedo saberlo con certeza. Me encantaría que me lo dijera, Jose Mari, el
etarra. Pero me parece que sí, que es absolutamente real. Y por eso el mérito,
porque refleja una realidad tan brutal, tan demoledora que no deja sitio más
que a la condena sin paliativos del terrorismo vasco. Habrá
quien critique que saque a colación las torturas policiales, por ejemplo. Pero
son ciertas y están ahí. Y no justifican nada, por otra parte. Ni en la
realidad ni en la novela. El fanatismo, el odio de los nacionalistas vascos es
tan absoluto que otras miserias del resto de la sociedad no quitan un ápice de
brutalidad ni suponen la más mínima disculpa. Creo que nadie que lea el libro
sin haber vivido la situación tendría la menor duda a la hora de señalar a los
culpables. Quienes la hemos vivido, menos, claro. Me queda la duda, como he
dicho, de qué diría Jose Mari.
El
libro, me resisto a llamarlo novela, refleja con toda crudeza la situación de
la sociedad vasca en los años duros del terrorismo. Crudeza que lejos de serlo
por los asesinatos lo es mucho más por la intimidación y por el odio perpetuos
que llenan cada recoveco de las vidas de un pueblo. Resulta imposible
abstraerse de ello y así se comprende mejor cómo semejante
ideología/comportamiento/vergüenza tuvo tanto apoyo. La historia se cuenta a
través de dos familias arruinadas por el terrorismo, una de cada lado. Dos
familias verdaderamente arrasadas por el eufemismo del “conflicto” que culmina
en el asesinato de uno de sus miembros. En ese sentido sí hay mucha equidistancia:
las dos familias sufren muy dolorosamente aunque entre ambas exista un abismo
de responsabilidad. Los personajes ven así tan condicionadas sus vidas que
apenas si pueden respirar otra cosa que sus miedos/vergüenza/odios. Y eso a
pesar de que cada uno lo intenta de muy diferentes maneras: el asesino, el
intelectual, el estudioso, la casquivana o la sensata, la loca, la fanática y el cobarde. Todos se enfrentan entre sí y todos, a su modo, bracean para salir
de ese marasmo. Poco a poco, entre todos, lo van consiguiendo pero les lleva
años y años que nunca recuperarán.
El
relato se articula en torno a capítulos breves que facilitan mucho la lectura y
en los que tras un comienzo de una tensión opresiva, apabullante, que se
mantiene en más de la mitad del libro, va apareciendo una leve distensión que puede
abrir paso a la esperanza. Malparados sí quedan algunos: quienes dirigieron el
terrorismo y sacaron tajada de ello ya sea económica (el delirio de la lucha armada hay que financiarlo) o política (según a quién se asesine habría que
enfrentarse a los del PNV). Y tampoco perdona a la iglesia católica (curas
y obispos, no se trata de algo aislado) que dio alas a la bestia y, sobretodo, que sigue equidistante (todos han de pedir
perdón). Se pone sobre la mesa hasta dónde se puede llevar a una sociedad
inculta y explica algo de lo que sucede hoy con el islamismo. Porque hay mucha
incultura y aislamiento en el libro, (mundos
mentales muy limitados) que explican la pasión por dictadores, fanatismos y
militancias que reflejan los personajes más exaltados.
Me
gusta el acento vasco que se lee en las palabras en vascuence y que se escucha
en los diálogos e incluso en el narrador. También ese ritmo seco que no acaba
las frases (para que no me diga que.), que acumula palabras separándolas con
una barra (entró/irrumpió) como para expresar más de una visión de las cosas. Y la cursiva para los modismos locales (si serían buenos, les compraría algo).
Frase
impresionante no sé si literal: más que enterrar al padre lo estamos escondiendo.
Majane Satrapi:
Persépolis
Otro
tebeo incrustado entre las lecturas más largas. Aunque éste es muy largo
también: 400 páginas con bastante texto. (¿No querías tebeos con historia?) Me
lo recomendó el librero, como el anterior, pero en éste acertó.
Cuenta
la historia de una chica desde los doce hasta los venticuatro años, más o menos
y a través de ella, la historia de Irán a partir de la revolución islamista que
derrocó al Sha. No pretende ser histórica sino más bien reflejar cómo esta
chica y su familia percibía los cambios y se adaptaba a ellos. Es, por tanto,
una visión muy parcial desde un punto de vista muy holgado económicamente. Sin
embargo, para un desconocedor del tema como yo no deja de resultar interesante.
Los
dibujos son en blanco y negro, más expresivos que bonitos pero agradables. La
letra… una tortura porque la veía con dificultad hasta con gafas. Hay una idea
en el tebeo que aparece también en Patria: “se creen muy revolucionarios y
están atados por sus arcaicas tradiciones”. Es buena la comparación entre el
integrismo islámico y vasco, la verdad. Y no sólo por eso.
El comienzo, los sentimientos de un parado mayor y de larga duración, está magníficamente planteado. Yo me identifiqué con mucho de lo que decía y sucedía. Pero tras un arranque que podríamos definir como descriptivo de una situación se embarca en una historia de acción cada vez más vertiginosa, más inverosímil y más agotadora que tras esa primera parte estupenda me ha decepcionado. Los sentimientos son arrasados por los acontecimientos y aunque el protagonista repite insistentemente su motivación personal para hacer las cosas más inimaginables, acaba resultando reiterativo por lo poco convincente que resulta.
Javier
Tusell: Carrero: la eminencia gris del
régimen de Franco
Me
gusta alternar novelas con ensayos o libros de Historia y caí en éste. Debí
imaginar el resultado pues el título ya contenía la palabra gris, aunque
fuera
en sentido positivo, y Carrero parecía ser un personaje gris en el otro sentido, en lo relativo a su vida pública. Su biografía no podía alejarse mucho de la
gama.
Pese a la enorme importancia que sin duda tuvo, quizá porque también el
régimen era bastante gris, el libro me ha resultado bastante aburrido, escaso
de contenido real a pesar de sus muchas páginas. ¿Con qué color podría
calificarlo?
Guy
Delisle: Escapar
Un
tebeo más que me recomendó David, el librero y que me ha gustado mucho. Narra
la cautividad de un voluntario de una ONG que es secuestrado en Chechenia.
Pero
lo que cuenta es su monotonía, el desesperante paso del tiempo… Con todo y
aunque un poco largo, te traslada bien esas sensaciones. El dibujo muy bonito,
muy sencillo. El juego con las luces es precioso (véase la portada) aunque a
veces resulte algo forzado el que para marcar el paso del tiempo el reflejo de
una ventana varíe de maneras poco verosímiles.
Quizá
le falte un poco del antes y después de la historia porque el tebeo se limita
estrictamente al cautiverio y en más de 400 páginas se habría podido completar
un poco pero imagino que se trata de algo deliberado para no introducir
variedad en lo que quiere transmitir.
Félix
García Hernán: Tras el telón
novela del autor con quien, por cierto, tuve la suerte de poder tener una breve conversación que me gustó mucho. Ya quisiera yo ser capaz de escribir
una historia así pero realmente es una novela menos interesante: muchos
personajes secundarios sin tratar, una historia un poco inverosímil y falta de
tensión. Se lee fácilmente, no obstante, pero se me quedó corta.
Fernando
Aramburu: Los peces de la amargura
Relectura
a cuento de haberme leído Patria; no
recordaba por qué me había causado tan poco impacto. He comprobado que
efectivamente es así, que no me dice gran cosa. Es muy curioso: Los peces de la amargura es un esbozo de
lo que años después será Patria que
sí me ha llegado hondo. Pese a todo merecería la pena estudiar despacio las
diferencias porque ambos libros son muy distintos. Pese a que en Los peces… aparecen la mayoría de las
situaciones que cuenta Patria de una
manera casi idéntica, la narración no tiene de ninguna manera la misma fuerza. Mismas
situaciones, misma proporción de maltrato a los terroristas, misma naturalidad
al contar como habituales situaciones de acoso tremendo…
Patria es un libro muy largo, más
de 600 páginas, y Los peces son diez
cuentos cortos para un total de menos de 240 páginas. En ambos se cuentan los
hechos de una manera bastante aséptica; cobran fuerza más por la brutalidad de
los mismos que por el papel del narrador. Pero en Patria quedas sobrecogido desde las primeras páginas y Los peces en cambio se ven como algo
distantes, más irreales, menos verosímiles… Y eso que las historias son casi
calcadas. Ciertamente una diferencia apreciable entre ambos es el fuerte acento
vasco que impregna el lenguaje de Patria y que en Los peces no se aprecia pero
parece poca cosa para tanta diferencia. Tal vez, si me animo, me relea alguna
parte y me fije un poco más.
Félix
García Hernán: Delfines de plata
Tuve
la sorpresa de poder conversar telefónicamente con el autor de El límite oscuro
y ello me llevó a leerme la que ha sido su segunda novela.
Mucho
más cerca de la tercera novela que de la primera, tiene un comienzo más
sosegado que El límite oscuro pero
igualmente interesante. Una historia muy bien trabada, con buenos y variados
personajes que contrariamente a lo que dice la reseña de la contraportada,
lejos de ser contar una acción trepidante desde la primera página comienza y va
acelerándose progresivamente hasta el final. Quizá hay un mayor esfuerzo que en El Límite oscuro por caracterizar a los
personajes, cosa que yo personalmente agradezco. De hecho he disfrutado mucho con
la primera mitad y con cómo se va complicando el planteamiento. Por cierto, una corrección profesional: Zaha Hadid es una reconocida arquitecta.
La narración va
avanzando y quizá se atasca un poco en el tercer cuarto echándose de menos algo
más de desarrollo en el desenlace. Con todo vuelvo a decir, como en El límite oscuro: es una novela
francamente entretenida y su sencillez es una de sus virtudes principales.
Resulta
curiosa la capacidad del autor para lograr la imagen de algunos de los
personajes vistos desde sí mismos. Hasta las personas peores suelen tener su
corazoncito y sus autojustificaciones y eso, aunque no disculpe sus
comportamientos, los hace humanos. En Delfines de plata (también en El límite
oscuro) algunos de los “malos” presentan muy bien su propia visión de su
comportamiento y ello permite entenderles y evita tener que asumir la ficción
de la novela como algo impuesto. Desde otro punto de vista, resulta gracioso
que en un momento dado le recomienden al director del hotel que se dedique a
escribir novelas con las cosas que le suceden a diario.
En
la parte menos positiva, creo que hay exceso de corrección: cuesta imaginar a
Abdul como negro de tanto como se le pinta “de color”. Y los esfuerzos mentales
del comisario para no caer en la homofobia son un tanto excesivos. Sobre todo
ante la facilidad con la que la policía ignora tantas garantías ciudadanas.
Tanto en El límite oscuro como en Delfines de plata la policía viola los
domicilios particulares, las comunicaciones, los ficheros de datos de una
manera sistemática. Si la realidad es así, nadie puede estar seguro de que no
le entren en su casa con la mejor de las intenciones… o con la peor de las mismas
y se enceuntre con que le “descubren” un alijo de droga, por ejemplo. Asusta
pensarlo, la verdad.
No
puedo menos que mencionar un punto claramente negativo achacable, imagino, a la
editorial: la calidad de la edición es buena, como en El límite oscuro, pero si en aquél había alguna errata sin
importancia, en Delfines de plata hay,
erratas aparte, muchas faltas de ortografía que incluso en alguna ocasión
dificultan entender lo que se lee.
Eloy
Moreno: Cuentos para entender el mundo
Procuro
mantenerme un poco al tanto de las lecturas de mis hijos. Así me leí, hace
muchos años, cuando era un desconocido en España pero ya se hablaba de él en el
Reino Unido, el primer libro de Harry Potter que me pareció original y nada
condenable, contra lo que se decía. En este caso me atrajo el hecho de que
fuera una lectura obligada en el colegio de mi hijo pequeño así como el título, que
me pareció muy sugerente.
En
efecto, se trata de cuentos muy cortos de finales muy bruscos que contienen un
tema de reflexión. No son cuentos originales, salvo el último de ellos, sino
adaptaciones a los tiempos que corren, si bien permanece un cierto exceso de
monjes y reyes un tanto anacrónicos.
La
edición es muy bonita, con ilustraciones estupendas y, ay, alguna falta de ortografía. A eso
hay que añadir que conforme a esas nuevas reglas inexplicables, no se ponen las
tildes diacríticas. Esto, que en un relato normal tiene una importancia escasa,
en este tipo de relatos tan condensados con abundancia de pronombres se presenta
con tanta frecuencia que se me ha hecho molesta la lectura. Bien es cierto que
padezco una suerte de dislexia extraña para lo que está mal escrito pero me parece molesto para cualquiera.
Creo que no es mala idea seguir el consejo del
autor de leer un cuento cada día y aprovechar para comentarlos con los hijos o
en el café.
Sergio
del Molino: La España vacía
Es
apasionante eso de dejar correr la pluma por el teclado y escribir casi por
escribir. Bueno, lo mejor debe ser que además resulte algo bueno y te lo
publiquen, como es el caso. En eso consiste un ensayo y en eso consiste La España vacía: con la excusa de hablar
del interior español el autor nos cuenta de viajes, literatura, música, cine, historia…
todo con una fina ironía y una prosa fantástica. El tema es lo de menos,
esperaba otra cosa, pero a pesar de ello es un placer leer así, por leer.
Porque cuando menos te lo esperes vas a encontrar buenas ideas tales como que
el paisaje no es sino literatura o que se te caen tópicos como el de la famosa
ardilla que en tiempos remotos iba de Sagunto a la torre de Hércules saltando
de árbol en árbol… ¡Qué alivio descubrir que posiblemente no hayamos
deforestado toda la península! A mí por lo menos siempre me agobió un poco, la
verdad.
Un
tanto iconoclasta, en un gusto ver cómo el autor reparte a diestro y siniestro sin
complejos pero también con respeto. No se ensaña con los blancos de sus cuentos
aunque destaque sus errores con meridiana claridad y abundancia de argumentos. Incluso
los disculpa colocándolos en su momento pero lo mismo le da que sean cineastas
que estudiosos del Quijote, políticos franquistas o recientes, héroes o villanos.
Eso de que el nacionalismo español explica la conquista de Mejico por la manera
en que una carrasca se inclina en la dehesa extremeña o que algunos en España
tenían una mezcla de integrismo santateresiano con chulería de soldado sin
desayunar me pareció genial.
En
definitiva, el libro parece una conversación amena con el autor que brinca de
una cosa a otra con un cierto hilo conductor que sin embargo no le impide
escribir de lo que le apetece con mucha gracia.
Jean Echenoz:
Enviada especial.
Enviada
especial me
ha parecido una novela pedante, absurda y sin armar. Una historia inverosímil,
casi infantil, en la que los personajes parecen piezas de un puzle en el que
van encajando de forma milagrosa hasta tejer una maraña totalmente irrelevante
para el relato. No creo haber leído nunca una novela de la que desconozca
tantísimas palabras: gliptodonte, quídam, apandar, celadón, mordentado, dedil,
haliéutica y otras muchas que en ocasiones se repiten con
cierta frecuencia haciendo necesario el diccionario. Otras muchas palabras
extrañas aunque más conocidas como onagro, vade, cenceño, glacis… completamente
innecesarias junto con constantes referencias a cuestiones extravagantes que se
dan por archiconocidas, desde vinos a reservas naturales, hacen que la lectura
resulte molesta y que uno ya no dude de que la responsabilidad no está en la
traducción. Pese a que me encanta emplear la palabra adecuada, la novela
resulta ridícula.
Y
quizá es ésa su pretensión porque es cierto que el autor establece un diálogo jocoso con el lector a base de una ridiculización de las situaciones y
de los personajes en descripciones descarnadas de un narrador megaomnisciente.
Recuerda un poco al estilo narrativo de Javier Marías pero con la importante diferencia
de que ese recrearse en las reflexiones lleva a Jean Echenoz a emplear
expresiones equivocadas y a usar mal algunas palabras. Y si eso nunca es bueno,
cuando la expresión es tan rebuscada resulta desastroso.
Incómoda
de leer, tiene pequeños destellos de interés que suscitan algunos
personajes al principio pero que se diluyen luego porque ahí acaban, son personajes
planos, sin evolución, sin un rol real en la historia pese a que estén
permanentemente presentes en ella. Alguna reflexión divertida y nada más que no
merece en absoluto el esfuerzo de tanta página autocomplaciente.
Manuel Álvarez y
Roberto Villa:
Sangre y violencia en las elecciones del F.P.
El
título ya indica por dónde van los autores: no fue posible la paz, citando a
Gil Robles. Los autores van reflejando el extremismo de tantos y el egoísmo de
otros muchos aportando pruebas más que sobradas de cómo se fue larvando la
guerra desde 1934 cuando menos.
Señala
muy acertadamente el error tan común de considerar democrático a todo aquél que
así se autodefine. Tanto entonces como ahora esa manida denominación encierra
una interpretación muy particular de lo que es la democracia: sólo es
demócrata quien opina como yo. Eso cuando la llamada a la democracia no es simplemente un cínico
recurso propagandístico. Es curioso que muchos de los satélites de la URSS
tuvieran el adjetivo en su nombre oficial (República Democrática Alemana, por
ejemplo) y no lo tengan los países que sí eran verdaderamente democracias.
También ahora Venezuela es calificada de democracia por quienes entienden de
esta manera ese concepto. Y se apela a la democracia de los militantes para
oponerse a la democracia representativa…
No
es que avancemos mucho, la verdad, pues el PSOE se veía en 1936 en una fractura
que guarda alguna semejanza con la actual de 2017: populismo barato que dejó de
lado al Besteiro moderado achacándole que no era socialista, que no era de
izquierdas y que no era demócrata. Los Besteiros que no actuaban en beneficio
exclusivamente personal, que nunca justificaron la violencia del 34 y que
verdaderamente aceptaban el juego democrático resulta que no eran demócratas al
decir de los populistas del momento.
Precisamente
porque hubo tan pocos Besteiros en todos los lados acabó la cosa a tiros. Porque
el frentismo alimentado por los intransigentes y por los que esperaban sacar
provecho del mismo (Azaña, Alcalá Zamora, Martínez Barrios…) les estalló en una
guerra que ya no hubo forma de parar. Probablemente no sabían tantos como
amenazaron literalmente con ella qué consecuencias tan desastrosas iba a tener.
Los que ocupaban posiciones más moderadas ideológicamente quedaron arrumbados o
acabaron alineándose con alguno de los extremos para que se acabara enfrentando
media España contra la otra media. Quienes ven en la guerra una lucha del
fascismo contra la libertad alimentan una utopía muy alejada de la realidad
pues se trataba de una lucha de fascismo contra socialismo y la libertad no
estaba en ninguno de los bandos. Y el libro no deja lugar a dudas al respecto,
si es que alguna podía caber aún.
Por
lo demás, un tanto prolijo, aporta datos interesantes acerca del funcionamiento
electoral de la II República, de sus campañas electorales, de los medios que se
empleaban y de cómo se podían tergiversar los resultados electorales a golpe de
que todo vale contra los antidemócratas que resultan ser los demás.
Pierre Lemaitre:
Recursos inhumanos.
No
tenía intención de leer más novelas de este autor en una temporada pero ese
título… Los títulos, cada vez me parecen más importantes. Recuerdo que en otra
de sus novelas, Irene, me pareció fundamental.
El comienzo, los sentimientos de un parado mayor y de larga duración, está magníficamente planteado. Yo me identifiqué con mucho de lo que decía y sucedía. Pero tras un arranque que podríamos definir como descriptivo de una situación se embarca en una historia de acción cada vez más vertiginosa, más inverosímil y más agotadora que tras esa primera parte estupenda me ha decepcionado. Los sentimientos son arrasados por los acontecimientos y aunque el protagonista repite insistentemente su motivación personal para hacer las cosas más inimaginables, acaba resultando reiterativo por lo poco convincente que resulta.
La
estructura es curiosa, tres partes Antes, Durante y Después con cambio de narrador
en la central. Un recurso curioso que le da muy buen resultado en mi opinión.
Con
todo he de decir que sólo por el principio me ha merecido la pena leerla.
Yuval Noah Harari:
Sapiens.
Interesantes
reflexiones antropológicas que resultan entretenidas, un tanto provocadoras en
ocasiones y sencillas de leer. El autor vuelca un montón de teorías diversas con
un aire tan liviano que hace temer la existencia de un gato encerrado. El tono
divulgativo que emplea aportando numerosos ejemplos cotidianos asusta porque va
calando con facilidad en el lector sin que uno esté muy seguro de la veracidad
de tantas cosas como se afirman.
De hecho en el recorrido que hace por la
historia de la humanidad, que abarca poco menos que el periodo entre el pasado y el próximo big-bang, uno en su ignorancia percibe algunos errores, como
calificar a Holanda y Bélgica de repúblicas, que le hace dudar más aún. Considerar
un ejemplo la descolonización británica cuando se podría decir que gran parte
de los conflictos actuales tienen su origen en ella, desde Palestina o Pakistán
hasta Kuwait parece un tanto excesivo y por eso cuando afirma cosas tales como
que el cristianismo es una religión politeísta no queda más remedio que
cuestionar la autoridad de quien hace las afirmaciones.
Con
todo, es muy entretenido y hace reflexionar un poco sobre algunas de las
cuestiones que plantea con independencia de que para tomarlo en serio haya que
tener muchos más conocimientos que los que yo poseo.
Louise
Penny: Una revelación brutal
El
título ya apuntaba maneras, me temo que incluso en inglés y desde luego en español.
Una
vez llevé a mi hijo mayor a ver al cuarta película de Harry Potter. No me gustó
nada pero recuerdo que lo que me pareció peor fue el dramatismo constante,en cada
escena, desde el principio hasta el final. Resultaba agotador. Algo así le
sucede a esta novela: desde la primera página todo pretende ser terrible, todo
son matices profundos, insondables. Además de resultar pesado e inverosímil,
lógicamente conseguir semejante tensión constante a lo largo de tantas páginas
resulta muy difícil. Y entonces, aún peor si cabe, se cae en el ridículo:
“Pocos conocían ese pueblo. Y muchos menos lo habrían encontrado”.
“Qué fuerza puede ser capaz de pulverizar un cráneo. Y todo lo que le protege."
“Qué le pasaría en vida para envejecer tanto. Y en la muerte.”
Me recuerdan a la cita de Les Luthiers "la pluma del águila no será jamás mancha de aceite".“Pocos conocían ese pueblo. Y muchos menos lo habrían encontrado”.
“Qué fuerza puede ser capaz de pulverizar un cráneo. Y todo lo que le protege."
“Qué le pasaría en vida para envejecer tanto. Y en la muerte.”
La
historia tal vez podría tener su interés pero así contada resulta insoportable.
De hecho, aunque aguanté las cien primeras páginas, acabé conformándome con
leer luego las cincuenta últimas y me
parece que no me he perdido nada. Si acaso, el tiempo de leer esas ciento cincuenta.
Lorenzo
Silva: Recordarán tu nombre.
Recuerda
a Soldados de Salamina en cuanto a
que cuenta un poco cómo se escribe el libro además de, evidentemente, por la
temática. Sin embargo, Cercas mantenía la ambigüedad en cuanto al género del
libro, cosa que aquí no sucede: se encuadra abiertamente como novela cuando en
realidad es una biografía en la que el autor advierte de que hay información con
escaso respaldo documental. Este planteamiento, sincero en cuando a los
contenidos, no lo es en absoluto en
cuanto al género de libro. Supongo que así conseguirá más ventas pero me parece
un engaño.
El
segundo problema deviene del género real del libro: es una biografía pero de
alguien tan gris y del que se tiene tan poca información que resulta poco menos
que imposible. No dudo de la bondad humana del personaje, machaconamente
señalada por el autor, pero sólo eso no da para una biografía. Ni siquiera hay
apenas datos acerca del hecho crucial en el que tuvo un papel relevante el
general Aranguren, el apoyo de la Guardia Civil a la República del 36. Incluso
los hechos “novelados” alcanzan sólo a una brevísima conversación telefónica
que no llena una página en su conjunto. Ni la conversación del hijo de Moscardó
con su padre, por sí misma, daría para tanto. No digamos ésta de Aranguren con
Goded en la que el personaje simplemente mantiene, rodeado de presiones que no
le dejaban otra alternativa, su pasividad. Como bien dice Azaña de él, el
general fue un jefe sonámbulo, no sé si por carácter, por fuerza de los
acontecimientos o por desacuerdo con los mismos. Y ello, que no merma un ápice
su valía personal, tampoco la agranda con lo que complica mucho la tarea de escribir
su historia.
Sin
embargo, Lorenzo Silva demuestra ahí su talento pues de la nada saca un texto
bien armado y razonablemente interesante, escrito además casi siempre en
español, cosa que es muy de agradecer en los tiempos que corren. A pesar de
ello creo que habría sido mejor despojarlo abiertamente del pretendido carácter
histórico y abordarlo con más libertad. Y, de paso, de ese complejo político
del autor que se ve continuamente obligado a
disculparse por enjuiciar con cierta objetividad a ambos bandos de la
guerra civil. Su constante reiteración en la exoneración de la República y de
muchos de sus personajes a pesar de sus errores, del carácter golpista de unos
sublevados que no carecían de motivos o de la heroicidad del pueblo llano
representado en los abuelos del autor llevan al lector casi hasta la náusea, no
tanto por falta de acierto como por simple empalago.
Y
es que quizá tampoco la vida de esos abuelos, o más bien sus nombres así
recordados, colman el libro. Como tampoco pueden hacerlo las afirmaciones
grandilocuentes sobre casualidades de la Historia que no pasan de meras
anécdotas: pretender el autor que deba su propia existencia al general Goded
porque convenció a su abuelo de permanecer en el ejército y así llegara a
conocer a la que acabaría siendo su abuela resulta ridículo tanto leído en el
libro como escuchado en las entrevistas radiofónicas de la promoción editorial.
Podrían haber mejorado un poco el papel de impresión a cambio de alguna de ellas
y habrían evitado equívocos.
En
definitiva, el libro me parecería infumable salvo porque demuestra lo que es
capaz de sacar adelante un buen escritor. Como en el caso de mi admirada
Almudena Grandes, si dedicara su talento a la literatura en vez de a pagar
deudas y a acallar complejos nos iría mucho mejor a los lectores. Pero, claro,
cada uno es dueño de escribir lo que quiera. Y los lectores, de leerlo.
Luis
Landero: El Balcón en invierno
Me
ha recordado al Diario de invierno de
Paul Auster en cuanto a que se trata de una suerte de recapitulación del
escritor cuando ya se ve mayor. También, como Rosa Montero, habla un poco del
oficio del escritor y de hecho comienza por ahí para ir derivando en un cúmulo
de recuerdos más o menos autobiográficos pues este chico siempre fue muy
mentiroso. Cuenta que en Valdeborrachos, la aldea de la que provienen los
personajes, pasaron algunas cosas increíbles como sucedían en Macondo aunque
sin llegar a extremos mágicos por lo general. Fantástica es la reflexión acerca
de si los diálogos interminables de su familia al amor de la lumbre no serán
sino reflejo de una eternidad alcanzada porque en realidad están todos muertos.
Por último, ese comienzo interrumpido por otras divagaciones que apenas guardan
relación con el principio se parece a una redacción con título obligado que yo
tuve que escribir en el colegio en la que tras la primera o segunda frase pasé
a contar lo que de verdad me apetecía. Al final los recuerdos evocan otros
recuerdos.
En
el relato se incluyen varias enumeraciones larguísimas con abundancia de
vocabulario de todo tipo: rural, gastronómico, botánico… en lo que es una prosa
limpia y rica. Cuando se refiere más a cómo se escribe que del pasado usa la
expresión “novela literaria” que me ha gustado. Con ella he definido el tipo de
libro que más me gusta actualmente: una novela en la que la historia es el
soporte, la excusa, para recrearse en la prosa. No importa demasiado el
argumento, aunque debe existir y tener una cierta coherencia, sino cómo se
cuenta, cómo se retratan los personajes, la situaciones, los sentimientos, etc.
que es lo que sucede con la deslavazada historia de El balcón de invierno. Claro que el que a mí me haya servido para
inventarme un género no quiere decir ni que ese género no estuviera ya
inventado ni que esa expresión sea la que lo identifica. Pero a mí me ha
servido.
Lo
que más me ha gustado, pues ya digo que necesito que se cuente algo aunque no
sea eso lo principal, es cómo relata su canonización. De nuevo se me ha
aparecido Rosa Montero con su amante norteamericano mientras Landero bailaba en
Moscú y tantas historias que yo también cuento no sólo porque resultan más
interesantes que otras sino porque son las que mejor reflejan lo verdaderamente
sucedido.
Juan
Romeu: Lo que el español esconde.
Siempre
me interesan los libros que tratan de la lengua pero éste me ha resultado
excesivamente básico. Los ejemplos son muy elementales, tomados de un uso muy
vulgar de la lengua que a mí no me resulta útil. Saber por qué hay quien dice
“rebanarse los sesos” me interesa poco y, además, me parece evidente. Y es que
el libro abunda en ejemplos de ese tipo: quien pudiera aprovecharlos
probablemente no leerá este libro (ni ningún otro).
Tiene
cierto interés la acumulación de palabras técnicas acompañadas de su
explicación pero casi a título de diccionario nada más pues incluso yo sería
incapaz de emplear “oxímoron” en mi vida cotidiana. Lo mejor, unas reflexiones
acerca del género de la lengua y que Asterix es una palabra aguda.
Hannah Arendt: Verdad y mentira en la
política.
Dos
breves ensayos acerca del tema del título de una autora siempre interesante de
leer por que, habiendo ella vivido muchas de las situaciones a las que se
refiere, procura alejarse y abordarlas desde un punto de vista más general y
filosófico. Mentira en la política resulta demasiado particularizado al caso
que le sirvió de soporte para escribirlo pero Verdad en la política me ha
parecido una magnífica exposición de la escasa cabida que puede tener esta
virtud en tal actividad.
En realidad es algo que intuí hace tiempo y confirmé
con los años pero que siempre es bueno
argumentar ordenadamente como lo hace la autora. La verdad de lo
sucedido es fácilmente manipulable y como la política se basa en la opinión de
la mayoría, sólo recurre a la verdad cuando le beneficia.
Un ejemplo de cosecha
propia: los jóvenes que saben contestarme cómo comenzó la segunda guerra mundial
me dicen que con la invasión de Polonia por parte de Alemania olvidando que fue
invadida por Alemania y la Unión Soviética conjuntamente. Si
aún me quedaba un adarme de esperanza en que puedan surgirnos políticos
íntegros, lo he perdido por completo pero al menos tengo mis razones para ello
y prefiero dejar de ilusionarme con lo imposible. Y, de todas maneras, tal como se cita en el
libro, “nadie dirá nunca que Bélgica invadió Alemania”, lo que no deja de ser
un pequeño consuelo.
D. Lapierre y
L. Collins: Esta
noche, la libertad.
Una
relectura de las que hago periódicamente. Releer no es leer exactamente, tiene
muchas ventajas. De los numerosos libros de estos autores es posiblemente el
que más me guste. Además, éste tiene especial significado para mí por lo que en
su momento tuvo de importante una frase que figura en mi ejemplar: libertad es
poder elegir en qué comprometerse.
Narra
con detalle el breve proceso final de independencia de la India, su partición
en dos de donde surgió Pakistán y los últimos años de Gandhi. Lo hace con
profusión de anécdotas y casos concretos, como suelen ser los libros escritos
por periodistas, que construyen el relato mediante una acumulación de
microhistorias. Dos cosas me llaman la atención: la objetividad con la que
tratan a Gandhi en la que sin ocultar su admiración no dejan de señalar sus
contradicciones, y la indulgencia con la que tratan a Gran Bretaña. Sobre esto
último, parece como si el imperio se hubiera visto forzado a tomar una decisión
de urgencia que desencadenó varias guerras cuando habría preferido un proceso
más gradual. Lo cierto es que Gran Bretaña salió de la India huyendo para no
mancharse con la sangre que se iba a verter y que si bien las descolonizaciones
no son fáciles en absoluto, ello no exime de la responsabilidad al colonizador
tanto en cuanto lo ha sido como en cuanto a que sólo deja de serlo cuando se ve
obligado a ello. Tras tantos años de obtener cuantiosos beneficios de los
colonizados cabría esperar un cierto pago de los mismos en forma de descolonización
ordenada, anticipada a los problemas, etc. Pero nadie deja de exprimir al otro
hasta que se agota. NO es casualidad que el último imperio colonial, el inglés,
haya dejado la mayoría de las guerras del SXX: India, Kuwait, Palestina… De
hecho todas tienen su origen en la afición inglesa por dividir a los demás en
pedacitos débiles. Pretender que Pakistán fue el producto de una imposición
religiosa, como mínimo resulta parcial: se ajustaba al patrón de comportamiento
habitual de los ingleses.
Borrell, de
Carreras, López y Piqué: Escucha, Cataluña. Escucha,
España.
El
título echa un poco para atrás por la equidistancia pero el contenido es
inequívoco al condenar la imposición que pretende una minoría de catalanes
tanto en Cataluña como en España. Imposición ilegal y absolutamente antidemocrática
como tantas otras en la Historia. Es lo malo de los fanáticos: son incapaces de
ver la realidad.
Lo
más interesante me parece el relato de la historia reciente en Cataluña,
historia que hemos vivido desde fuera y que conviene recordar. Sorprende lo
farragoso y hasta cierto punto ambiguo de la parte de Piqué. Los complejos no
nos abandonan. En estos días aciagos de Octubre de 2017 son muchos quienes
creen que la democracia y los derechos de las personas, en este caso de la
mayoría para mayor delito, se defienden con timidez monjil y así nos va. Fueron
muchos los que lucharon y sufrieron por la Democracia tanto en España como en
el mundo pero nos hemos vuelto indolentes en la defensa de nuestros valores.
Rechazamos las imágenes del telediario en un mal entendido civismo que a la vez
es capaz de tragar cosas mucho más graves.
Más
de una vez los catalanes nos han enseñado mucho al resto de los españoles. La
última, el estado de las autonomías al que llevaron a una sociedad que, en el
75, no tenía algo así entre sus preocupaciones. Pero lo hicieron con el famoso “seny”,
persuasión y argumentos. La fuerza se la dejaron a los terroristas pero ahora también
hacen uso de ella. Costó años que España rechazara con claridad el terrorismo
de ETA. Esperemos que no tardemos tanto en rechazar este sin sentido de
Cataluña. Y entre tanto, soportaremos las pseudocívicas condenas de la violencia
“venga de donde venga”.
Grandes,
Almudena: Los pacientes del doctor
García.
He
dicho muchas veces que me da mucha pena que Almudena Grandes haya asumido una
suerte de obligación reivindicativa con la que cada vez llena más páginas
intrascendentes. La serie de episodios no nacionales nos ha ido privando
progresivamente de las virtudes que tiene la autora hasta llegar a este último
libro en el que no merecen la pena más de la mitad de ellas: las primeras y las
penúltimas. En medio, una larguísima historia poco interesante y gris por más
que la autora se empeñe en considerarla heroica. Al multiplicar los escenarios
se pierden esos detalles que abundaban en sus novelas. Al multiplicar los personajes,
éstos pierden la profundidad. Al enlazarlos con los de otros de sus libros se
persiste en esa alegría infantil con la que empezó Inés que redime las
necedades de un grupúsculo con una bondad tan pura que raya en el ridículo.
Verosimulitud
es lo que dice la autora que hay que exigir a la literatura y es precisamente
ésta la que falta incluso aceptando que todo lo que cuenta sea cierto porque lo
que no lo es, más allá de los hechos concretos, es su conjunto.
Siempre
he pensado que la autora es autobiográfica en algunos pasajes o personajes.
Ella misma lo ha admitido alguna vez en rasgos de Malena, en algunos barrios de
Madrid, en las familias… Me entristece pensar que aquí sea Rita y su odio, tan
profundo que necesita la acción, la escritura, para vencer la amargura que la
invade. Conozco el sentimiento y sé lo difícil que es evitar que te ocupe más
de lo imprescindible. Es triste que te llegue a ocupar tu profesión, aunque
sólo sea por las horas de amargura que ello supone. Y es una pena que los
libros de Almudena Grandes, que eran tesoros, al pasar a ser episodios de una
guerra que se niega a acabar, hayan pasado a ser pajares. Una pena por ella, y
una pena por los lectores que han de entresacar lo bueno, que lo hay, entre
tanta paja.
Pierre Lemaitre: Tres días y una vida.
El
año pasado creo que leí el primer libro de este autor. Luego leí varios más y
aunque llegó a cansarme un poco, me he animado de nuevo con él y no mke
arrepiento.
En
este caso es una historia relativamente convencional, con escasas sorpresas, en
la que se pone de manifiesto la maestría para la tensión y el suspense de este escritor.
Ciertamente engancha.
Me
parece estupendo el título, esta vez el original no ha necesitado mejora en la
traducción, que recoge exactamente lo que cuenta el libro y a la vez su mayor
virtud: un relato muy intenso en un corto lapso de tiempo con una coda eterna.
Chaves
N., Díaz F. y Pla: Tres periodistas en la revolución de Asturias
Siempre es interesante conocer las primeras impresiones de un suceso. Aunque luego los historiadores vayan recogiendo información y desmientan lo que en al principio pudo suponerse, esas primeras crónicas dan una idea de la realidad en el momento en el que se producen las primeras consecuencias. Si un acontecimiento genera unas reacciones inmediatas, el que luego las percepciones de tal acontecimiento sean matizadas y revisadas de una manera más fría y objetiva (también a veces más interesada) no podrá evitar lo ya se haya puesto en marcha y, si acaso, sólo podrá redirigir algunas de las actuaciones a más largo plazo. En este caso, los tres periodistas republicanos coinciden en lo esencial: se trató de una revolución fundamentalmente socialista, del PSOE de entonces, muy violenta y también muy violentamente reprimida. Generó un estupor y miedo que probablemente no se disipó en años.
En este caso los historiadores no han corregido esas primeras impresiones y la revolución de Asturias, junto con la de Barcelona que aprovechó su rebufo, se considera una más de las causas de la guerra que comenzó en 1939 y que, como traslucen las crónicas, enfrentó a los extremos dejando en medio a los verdaderos republicanos que apenas tuvieron cabida en aquélla República.
Las
crónicas tienen un carácter muy diferente: desde las casi novelescas, amenas,
de José Díaz Fernández hasta las más sincopadas, periodísticas y sorprendidas
de las de Pla. Pero todas tienen esa ventaja de la visión reciente y objetiva
de sus redactores.
A.
Penades y J. M. Pavía: La reforma electoral
perfecta
Interesante
explicación de los sistemas electorales más frecuentes y de cómo afectan a la
configuración de nuestro parlamento. Han salido muchos otros libros de esta
índole, no es primero que leo en estos meses, y la conclusión siempre es la
misma: ni lo que tenemos es tan malo, ni existe solución perfecta.
Con
todo, lo principal es que el nacionalismo no está actualmente sobrerrepesentado
en España. Lo que sí hay es otros partidos infrarrepresentados (IU, UPD, C´s).
Y es que el nacionalismo es una anomalía para cualquier sistema democrático. En
la medida en que los votos se relacionan con los territorios, la democracia
deja de ser válida. Quizá el futuro pase por el voto telemático en el que no
sólo se garantice el anonimato sino también ubicuidad. Un sistema en el que, de
la misma manera que los partidos tienen límites en su ideario por razones de
principios básicos (no se pueden defender ideas racistas, por ejemplo) tampoco
se puedan defender intereses locales en un ámbito de elección mayor. Porque, de
otro modo, el futuro de los sistemas democráticos es bastante incierto.
Javier
Marías: Berta Isla
La portada y el título del libro evocan una parte de la novela, la que habla en primera persona, sí, pero no la principal. Claro que aún habría resultado más equívoco llamar a la novela Tomás Nevinson y poner a un espía en ella pero al menos coincidiría con el protagonista principal.
La historia, como acostumbra este escritor, está contada a muy grandes rasgos y para cada suceso esporádico hay muchas páginas de circunloquios y reflexiones internas del autor y del lector con él, naturalmente. A veces disecciona los pensamientos, otras relata a cámara lenta lo que sucede, fotograma a fotograma. Ése es su valor: cómo lleva al lector a reflexionar sobre muchas cosas intrascendentes y otras algo más trascendentes en donde la narración de la historia no es más que un mero soporte o excusa para los soliloquios. Así, tiene reflexiones interesantes sobre lo desacertado del pueblo en Democracia y, como en otros de sus libros, descripciones del amor desde un punto de vista poco apasionado pero profundo que son muy de mi agrado. En otras ocasiones resulta muy reiterativo también.
¿Conclusión? Sigue sin convencerme Javier Marías pese a que con seguridad leeré algún otro libro suyo en unos años. Incluso con una portada menos sugerente.